Martín De Mauro Rucovsky, un joven cordobés becario del Conicet, publicó un libro que intenta desatar la camisa de fuerza que atenaza nuestros genitales

ENTRE CANÍBALES

Maximiliano Monti

De nuestra Redacción

Suponer, conjeturar, presumir, sospechar, opinar, creer que una cosa es cierta sobre las causas que las originaron. En el uso estereotipado del término ‘supuesto’ reside la mesiánica posibilidad de que una presunción termine revestida del aura de un hecho consumado y el rompecabezas, una vez armado, desdibuje sus callejones internos para convertirse en una pieza sólida. He ahí el acto de magia por excelencia de la naturalización de las cosas: una verdad fabricada.

Cuando en 1990 Judith Butler, la explosiva filósofa estadounidense, irrumpió en los pasillos de la Academia con su texto “El Género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad”, señaló con su dedo índice, de arriba abajo, la grieta en el debate dentro del feminismo y los estudios de género. Por un lado, la idea del género como una interpretación del sexo determinada por la cultura y, por otro lado, la que afirmaba que la diferencia sexual es inevitable.

“Ambas posiciones, sin embargo, asumían que el sexo era un elemento subordinado de la anatomía, definido como lo dado naturalmente y no cuestionado como dependiente de configuraciones sociohistóricas”, dice Martín De Mauro Rucovsky, un joven cordobés becario del Conicet en la investigación del pensamiento biopolítico y autor del incipiente libro “Materialidad y cuerpo sexuado en Judith Butler y Paul B. Preciado”.

HOY DÍA CÓRDOBA: ¿Cuál es la diferencia entre sexo y género?

Martín De Mauro: Género es un concepto nacido de la biomedicina y, en esos términos, tendemos a pensar que hay una naturaleza que une una cosa con la otra, que el sexo no tiene historia propia. Aquello que entendemos que son los genitales y que define la sexualidad ha cambiado. Basta con mirar los manuales de medicina. Hemos entendido en un momento que el pene y la vagina han tenido diferentes funciones sociales y biológicas en los últimos, por lo menos, 150 años. Es decir, nos inclinamos a naturalizar a través de la gramática jurídica y los discursos biomédicos, aquello que en principio no necesariamente está asociado y que uno nace en un cuerpo masculino o femenino y que por eso tiene una determinada identidad, lo que también se asocia a una orientación sexual que se presupone casi normativamente heterosexual.

HDC: ¿Qué significan las metáforas “artísticas” como teatro del género, cuerpos en escena, dramatizar, entre la parodia y la imitación?

MDM: Remiten mucho al lenguaje butleriano porque ella va a proponer que el género es una performance, es decir, que uno puede actuar en cada contexto social según determinados guiones. Me parece que la metáfora teatral dice algo sobre cómo cada uno circula por el espacio público todos los días: uno se viste de cierta forma, se mira al espejo todos los días y, de acuerdo a cierta negociación que puede hacer con la norma, uno encarna su propia sexualidad y género. El guión permite ciertas improvisaciones. De acuerdo a las recetas de Butler, en la puesta en escena de los géneros uno no actúa de la misma manera siempre y la heterosexualidad es un teatro fallido porque siempre hay desplazamientos. De acuerdo a Preciado, hay experimentaciones para que ese teatro devenga en cabaret, en un boudeville y otras formas más interesantes que, por ejemplo, un teatro de revista...

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